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18 de diciembre de 2012

Fábula de la vaca, el zorro y el pajarillo.



Érase una vez una vaca que pastaba en un precioso prado que lindaba con un bosque y un arroyo.
Andaba la vaca pace que te pace cuando en una de esas levantadas de cabeza vio acercarse a un zorro, casi a la vez de un árbol próximo se cae aparatosamente de su nido un pajarillo desaliñado. La vaca al ver que el zorro continuaba acercándose se aproximó disimuladamente al pajarillo y le echó una gran cagada encima.
La vaca siguió pace que te pace mirando de reojo al zorro que rondaba. En esto que el pajarillo agobiado sacó su cabeza de la bosta y dijo "pio, pio", entonces el zorro raudo lo cogió entre los dientes y rápidamente lo llevó al arroyo, lo lavó y se lo zampó.

Moraleja:

-No todo el que te echa mierda encima es para hacerte mal.
-No todo el que te limpia la mierda que llevas encima es para hacerte bien.

Y por último, si alguien te echa mierda encima no digas ni "pio".

csl.

28 de noviembre de 2009

CUENTO A IRIA


¿Qué estrella es esa que miras?
Es Arcturus, una estrella enorme y algo vieja.
¿Y como sabes que es ella?
Por la costumbre de mirar al cielo y porque la he observado para situarme en la mar.
¿Y cual es aquella otra?
Pues….la Twa ó Iberia – es un avión
¡Ah! sí, se mueve rápido. Vaya he metido la pata.
No importa, aprovecha para mirar el cielo antes de que esté excesivamente contaminado de luces volando y de luces de tierra.
Es importante conocer sus nombres ¡verdad!.
No, lo importante es observarlas e imaginar lo lejos que están, lo grandes que son, su color, y pensar que pueden tener planetas girando a su alrededor. Así nos damos cuenta de lo insignificantes que somos y corregir así la posición de nuestro ombligo.
¿Por qué nuestro ombligo?
Porque nos han puesto en lo alto unos soles artificiales que nos obligan a mirarnos muy bien los pies.
Es bueno alzar los ojos en la noche oscura y percatarnos de lo extraterrestre. Ya ves que no da miedo. Emociona.
¿Y están siempre ahí – también de día?.
Sí, de día no las vemos deslumbrados por nuestra estrella Sol, pero ellas nos ven a nosotros.
¡Tráeme una!, ¡Quiero una!
¿Para que?, todas son tuyas y todas son de todos. Y nosotros somos de ellas.
¿Cómo son mías?
Levanta los ojos al cielo y recibe su luz, ella ya te está dando - ¡es tuya!
¡Sí, sí es mía!
Que generosa es ¡verdad!, nos da a todos.
Sí, y aquella y aquella también es mía.
Me siento llena de luz.
Ahora cierra los ojos y su luz quedará atrapada en tu mente y cuando las nubes no te dejen ver su luz, cierras los ojos y dejas que su luz vuelva.
Siempre estarán contigo.
Las estrellas están en mí. Nunca estaré sola.
Sí pequeña Iria, nunca estarás sola ya eres parte del Universo.

© csl 270899

25 de noviembre de 2009

LA BIBLIOTECA


El edificio era antiguo, de piedra, enorme, para entrar había que subir unas escaleras también de piedra.

Unos cuadros anónimos y antiguos con dos bancos de madera – inútiles – colocados para que nadie se siente en ellos decoraban el hall de entrada del regio edificio. Unos grabados sencillos – sin alma – en el respaldo de los bancos pretendían sacarle austeridad.

El hall era sólo eso, un hall, conducía a una larga escalera de piedra, fría y seria. Daba acceso a la tercera planta del edificio, pero no había entrada desde ella a la primera y segunda planta, sólo a la tercera. Se había diseñado con esa intención y estaba un tanto frustrada, quizás por eso hasta el pasamanos, donde apoyarse, era también frío y pétreo.

La entrada a la tercera planta se hacía a través de una puerta de castaño bien curado, con cristales, quizás para invitar a entrar. Lo cierto es que no se podía hacer otra cosa, la escalera acababa ahí.

El silencio agrandaba el chirrido de las bisagras desengrasadas, imponiendo culpabilidad en el que empujaba la hoja, sintiéndose impertinente por haber roto aquella paz.

Una alfombra descolorida y gastada comunicaba la puerta de la escalera con “la puerta”, también de cristal, que nos introducía en la estancia buscada, la biblioteca.

Todo era precaución al abrir la puerta de la biblioteca después de la experiencia sonora de la de la escalera.

Suave y firme giró el pomo y empujó la hoja, esta vez no hubo ruido.

La estancia era enorme y acogedora. Los techos altos recogían en su entorno filigranas de marquetería en madera y en el eje central una sucesión de lámparas cuya luz estaba dirigida hacia el suelo.

Dos filas de mesas de madera sencillas y amplias se alineaban en el centro de la estancia hasta un gran ventanal de vidrieras con algunos colores, nada entretenido o artístico.

Los libros sólo enseñaban sus lomos y se adivinaban con cara de mal humor por eso quizás nadie hablaba en alto. A lo sumo susurros con miradas huidizas a uno y otro lado.

Una señora con aspecto tan curado como el de la madera se distinguía en la estancia, sus gafas perfectamente estibadas en su nariz le daban un toque coordinado, añejo y típico.

Después de la panorámica general se dispuso a conocer los usos y costumbres de la estancia por lo que se dirigió a la seria e inclita señora que parecía era toda una con la silla en la que se sentaba.

Desearía consultar un libro de Botánica General, susurró. La señora lo miró, sin mover la cabeza, por encima de las gafas y le dijo con voz clara y firme - ¡Me podía hablar mas alto, por favor!. ¿Qué desea?.

Aquello le pareció que transgredía la norma de lo obvio y no escrito. No levantó mucho mas la voz, simplemente se acercó mas a ella y le repitió - ¡Desearía consultar un libro de Botánica General!.

La respuesta lacónica y desinteresada - ¿Algún autor en concreto?

Pues no.

¡Entonces busque en ese fichero que tiene a la izquierda!, ¡Tiene índices por autores y por títulos!.

Asintió con la cabeza y su boca muda, articuló ¡Gracias!.

El chirrido al abrir la gaveta del archivador volvió a dañar sus oídos. No se atrevió a mirar a ningún lado.

Pero que torpe estaba, había abierto el cajón del índice de autores. Contuvo el aliento y de un firme empujón cerró el cajón.

Abrió el de al lado, que decía “Títulos A – C” con la misma decidida técnica.

Ante sus ojos cientos de fichas. Caminaban sus dedos por los lomos de ellas, frenó su caminar al paso y se detuvo. Botánica General, Tratado. 15.356/ R–8.

Señaló su ficha, le hizo una indicación a la señora conforme lo había encontrado – y le respondió ¡Usted mismo!.

Con la ficha en la mano fue revisando por las paredes la estantería R. Ya estaba frente a ella, estante 8, a la altura de los ojos, ahora el volumen 15.356. Ese era, ancho de lomo, de cuero curtido y suavizado por las caricias repetidas y recibidas, que arrancaron parte del oro del grabado. Lenta y temblorosa acercó la mano al lomo y se hizo con él. Notó su peso y las partículas de polvo pegadas en él, sabe Dios desde cuando. Se giró hacia las mesas y eligió una próxima a las vidrieras.

Se sentó y se quedó mirando al libro cerrado, algo había que le impedía abrirlo. Temía romper el silencio, no sabía que era, con los ojos clavados en la tapa repetía en su interior –Botánica General Tratado -.

Al fin se decidió, lo abrió por la mitad, al azar –Lavandula angustifolia – Espliego.

En ese momento percibió un intenso aroma a lavanda, sintió un tacto áspero en el tallo y una sensación oleaginosa al pasar la mano y apretar las flores.

¿Cómo podía ser eso?

Acercó la mano a su nariz y el aroma se hizo más intenso, pegajoso.

Levantó la mirada del libro y contempló las paredes forradas de lomos, conteniendo olores, sabores, texturas, sonidos, colores, formas, sentimientos, amores, odios, pensamientos altísimos, pensamientos bajísimos, …

Le dieron ganas de destaparlos todos para experimentar con todos ellos. Abrir muchos a la vez para que su contenido se mezclara y así sentir, descubrir su experiencia.

Navegar por los mares del sur, sintiendo la brisa del mar en el rostro. Elevar el espíritu usando el ascensor de los violines. Reír con el ingenio de lo oportuno, lo tergiversado o lo absurdo,

Ya no importaba el archivador, se dirigió a la estantería más próxima y comenzó a trasladar libros de la estantería a la mesa, allí los abría.

Sus ojos se llenaron de color, sus oídos de sonidos, su piel sentía de lo suave a lo irritante, su boca paladeaba lo agrio, lo dulce, lo salado. Se sentía alegre y triste, feliz y mezquino, abrazaba y repudiaba.

Los libros abiertos se amontonaban en la mesa. Vivía un clímax absoluto y total. Estaba sumergido en una sinfonía de sentimientos y percepciones sensoriales.

En su ir y venir, sus ojos se percataron de la señora de las gafas de la entrada que sin alterarse contemplaba la vorágine de su actividad y adivinaba como se sentía.

Estaba admirado de la sonrisa que aparecía por debajo de las gafas de la sabia señora, le desconcertó ese gesto. Esperaba un gesto de desaprobación y enfado.

Fue cerrando los libros y se fueron apagando en su interior, los colores, los sabores, los olores, los sentimientos. El último libro volvió al estante.

Alterado por la extraordinaria y embarazosa experiencia vivida, caminó lento hacía la salida, al pasar junto a la señora, se disculpó.

Siento el escándalo.

La señora lo miró de nuevo sonriendo.

¿Qué escándalo señor?

¡Espero verle de nuevo por aquí!

Mas desconcertado todavía cruzó el pasillo de las dos puertas y accedió a la escalera. Bajó los peldaños sintiendo el peso de su cuerpo en cada pié, al llegar al hall se sentó en uno de aquellos bancos de madera.

¿Cómo era posible que hubiera tantas experiencias en un sitio tan pequeño?. Y todas se podían vivir.

Salió a la calle dispuesto a enriquecer sus sentidos, dispuesto a compartir sus sentimientos, acumular experiencia.

Cuanto mas aprenda sobre las sensaciones, pensamientos y sentimientos.

Cuanto mas matices experimente sobre sensaciones, pensamientos y sentimientos mas disfrutaré del Conservatorio.

Por eso me tiraré a la calle, a la naturaleza, al mundo para enriquecerme y así repetir visita al Conservatorio de las sensaciones, de los pensamientos, de los sentimientos, de las experiencias.

© csl 050100  -  G2W3JU4YB894 -

22 de noviembre de 2009

EL ECLIPSE


Érase un mundo de muchos, tantos que no se podían ni contar. Ese mundo se llamaba Universo.

Ellas tenían luz y coqueteaban con su luz desde el amarillo y rojo las de mas edad a las azules y blancas las mas jóvenes. Eran las estrellas. Daban parpadeos y guiños para conquistar a ellos.

Ellos no tenían luz, solo podían reflejar la luz de ellas y competían por reflejar la mayor luz posible.

Ellos no eran nada sin ellas, si les faltaban eran pura oscuridad, por eso giraban embobados alrededor de ellas, también giraban sobre si mismos para que todos ellos se reflejaran.

Eran los planetas.

Así vivían año tras año, todo era perfecto.

Un día uno de ellos se enamoró de la luz de una de ellas y decidió ir hacia ella.

Su luz mas que amarilla era roja. Viajó hacia ella durante mucho tiempo, ansioso por llenarse completamente de su luz, quería hacerse estrella.

Cuanto más se acercaba la luz de ella se hacía mas débil y más roja. hasta que un día la luz que buscaba desapareció, quería ser parte de ella y no lo había conseguido.

Después de tanto esfuerzo el que mandaba en el Universo, le dijo a él – por tu esfuerzo te compensaré y aunque no tendrá luz, se llamará como una de ellas – se llamará Luna, girará a tu alrededor y le pondré una cara que siempre te mirará y la admirarás todas las noches, porque siempre será distinta.

La Tierra que así se llamaba también recibió a el Sol como compañera de la que recibía su luz amarilla.

La Luna se sentía feliz por la admiración que causaba en la Tierra, pero creía que se merecía algo más por su esfuerzo en llegar a su estrella roja desaparecida y así se lo pidió al que mandaba en el Universo. El que mandaba en el Universo después de un tiempo de pensar accedió a lo que la Luna le pedía y le concedió en algunas ocasiones ponerse delante del Sol para que la Tierra lo viese con su forma también de día.

Desde entonces, en algunas ocasiones, vemos al Sol oscurecerse y aparecer con sus cuernos en pleno día como si de la Luna se tratase, mientras la Luna ríe feliz y escondida delante del Sol para asombro de la Tierra.

Por este motivo, en ocasiones, el Sol se hace Luna en pleno día. Así recordamos el intento de la Luna por ser estrella..

csl 110899